El “Chapo” y “la responsabilidad del Estado mexicano”

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Sábado 10 de Julio de 2015, 20:52 horas. El peligrosísimo capo Joaquín “El Chapo” Guzmán se fuga del Centro Federal de Readaptación Social #1, el penal de “alta seguridad” del altiplano, ubicado en Almoloya, Estado de México.

Evadido por segunda vez del sistema penitenciario federal, y muchaas otras veces de la mano de la justicia mexicana y extranjera, parece que no hay límites para los alcances de este jefe criminal, uno de los más buscados por las autoridades estadounidenses en todo el mundo.

Tras estos hechos, llamó particularmente mi atención la declaración del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien el día 16 de Julio señaló en rueda de prensa que el “Estado mexicano asume la responsabilidad de este agravio”.

Llamó mi atención debido a que, desde el punto de vista de la teoría del Estado moderno, éste no se compone sólo por su gobierno, sino también son sus componentes el territorio y la población, motivo por el cual en primera instancia la declaración me pareció desproporcionada. Una a la cual le quedaría perfecta aquella frase que dice “si no puedes, no repartas”.

Aún sigo pensando que la intención en esa afirmación fue la de un “malabarismo verbal” al usar a su favor lo amplio del término para parcialmente satisfacer a quienes pedían un mínimo acto de contrición del gobierno federal sin asignar responsabilidad a instituciones o personas en concreto pero, sin así quererlo, parece tener mucho de razón.

Los mexicanos vivimos en medio de la simulación todos los días, y también sufriendo los efectos diarios de la incertidumbre que ésta genera. Lo más señalado de la simulación sin duda alguna está en los entes de gobierno debido al indudable, escandaloso pero sobre todo directo dispendio del dinero de todos que esta situación genera; mas es importantísimo que nos demos cuenta que ese vicio no es monopolio de la autoridad.

Lo señalo no por tratar de restar responsabilidad de excusar lo inexcusable, sino porque nunca en México terminaremos de resolver ningún problema si seguimos observando los efectos y no las causas de ellos.

El “hacer como que hacemos”, el orgullo en la búsqueda de atajos indebidos –eso que solemos llamar “ser abusado”, o incluso “el ingenio mexicano”-, y la priorización de los efectos visibles e inmediatos por encima del fondo y de los “por qué”, nos causan mucha gracia pero no nos han permitido en estos casi 200 años de nación independiente constituirnos en un lugar seguro para vivir. Y por seguridad no hablo sólo de la prevención o castigo de los delitos, sino por la simple certeza de que lo prometido por la Constitución, por un proveedor, o incluso por un vecino se va a hacer realidad.

Al mismo tiempo que el gobernador inaugura por tercera vez una carretera inexistente, un empleado se sienta frente a la computadora 8 horas haciendo como que trabaja, y un vecino jura que “ahora sí mañana” le paga lo que le debe a su amigo. Vaya, hasta un par de pilotos pueden volar el avión del Secretario de Gobernación con papeles falsos sobre su experiencia en ese tipo de avión. Con justa razón, nos hace emplear parte de nuestro tiempo -incluso a costa de nuestra salud- en dudar de todo y de todos.

Esta simulación y abuso de la observación sobre las formas sobre el fondo, hace que los cambios que se suceden en nuestro país no terminen de ser cosméticos, de personas. Proclamamos con mucha facilidad héroes y villanos, y como ciudadanos nos comportamos –permita la vulgaridad-, como “padrotes. Es decir, sólo le indicamos a los “atascados” cuando ya se pasó su tiempo o se sobrepasaron, para darle el pase a uno nuevo.

Los gobiernos y las personas que los integran no vienen de otro planeta ni se crían en lugares distintos al resto de los mexicanos. Surgen de entre nuestros primos, hermanos y vecinos, son electos por nosotros, y pueden ser apoyados o repudiados en cada una de sus decisiones por todos. Es evidente por ello que hay problemas de origen y algunos que surgen en el camino. Por un lado lo cultural: la educación y visión de las cosas que se tiene en casa y los ejemplos de la calle. Por otro: la falta de interés y control que los ciudadanos ejercemos sobre ellos cuando ya son electos.

Los “qué flojera”, “eso es tarea de ellos”, y “no le entiendo a la política” sólo se desactivan cuando las cosas llegan a un nivel de gravedad tal que el desinterés cede su lugar por momentos a la indignación, la rabia y la frustración.

Por ello creo que, aunque sea por accidente, hay algo de razón en la idea de que el hecho del sábado es responsabilidad del Estado mexicano en su conjunto.

Ante el mundo, y ante nuestros hijos, debemos demostrar cada uno que podemos cambiar, que podemos hacernos responsables desde nuestra cuadra hasta del mundo entero en lo que nos toca. Que si en 1821 se consumó nuestra independencia en lo formal, que 2021 lo sea en la realidad. Que lleguemos a ser un Estado “adulto” haciéndonos realmente responsables de lo que nos toca.  Territorio, población y gobierno. Claro que se puede.